-Son extraños.-soltó Elliot.- No me fio de ellos, ¿has visto sus tatuajes iguales?- Asentí.- Parecen de una secta. Ojalá pudiéramos escuchar lo que dicen.
Me miró durante un instante, pensativo y me pareció ver un brillo en sus ojos expectante. Se levantó apresuradamente y me aferró por los hombros.
-Mira…vamos a jugar a un juego ¿vale?- propuso con interés.- Eres una detective y tienes que coger toda la información que puedas sobre lo que están hablando esos hombres con papá y mamá. Luego sólo tienes que traérsela al inspector que…seré yo. También- se marchó y volvió con Cheshire y me lo colocó sobre los brazos. Buscó en su escritorio y cuando hubo encontrado lo que buscaba se lo situó en el cuello del gato: Un cascabel.-Cheshire será tu ayudante y con el cascabel me informará porque tiene un sonido que es traducido por mi gorra, y colocada en mi cabeza será más rápido que me llegue la información y además…
-No quiero jugar a eso, Elliot.-Interrumpí su extravagante imaginación. Mi hermano soltó bruscamente el aire de sus pulmones.-No me gusta ese juego.
-¿Entonces a qué quieres jugar?
-Es la primera vez que me lo preguntan.-pude advertir que los hombros tensados de Elliot se relajaban. Sentía lástima por mí, se acercó cautelosamente y me hundí en uno de sus abrazos.- Me gustaría jugar a que somos una familia normal, que soy normal.
-Lo que quieras, Karen.-susurró.
-¿Crees que papá dejará que esos hombre me lleven con ellos?
-No lo sé, pero yo no lo voy a permitir.-me soltó suavemente.- Eso no lo dudes.
-¡Karen! Por favor ¿podrías venir?-gritó papá desde la entrada. Me temía peor, no quería ir con esos hombres. Anhelaba quedarme en casa con mi familia, pero mi opinión nunca importaba.-Elliot tú también, venid los dos.
Al principio no quisimos acudir a esa llamada, ¿me marchaba con esos hombres y querían que Elliot lo visualizara? Pero después bajamos por la escalera de caracol hasta que llegamos a dónde se encontraban nuestros padres con una gran sonrisa.
-¿Dónde están?-espetó Elliot, miró a su alrededor para buscar rastro de nuestros “visitantes”
-¿No te lo imaginas? Le hemos pedido que se marcharan.-papá sonrió aún más.- Elliot, después de hacer esas preguntas Robert y Albert no conseguían realizar una frase explicativa de lo que le iban a hacer a Karen.-me miró.-Desde el primer momento en que entraron por esa puerta, yo ya tenía decidido que Karen no se movería de aquí.
Esa noche dio comienzo a una terrible pesadilla, al año volvieron con las respuestas que anteriormente no pudieron contestar. Yo permanecía inerte junto a mi madre, mientras Elliot y papá discutían con Robert, Albert y una mujer que se les sumó llamada Lucy. Llegaron a convencer a mi padre, estuve a punto de subir a su coche, pero Elliot nunca se rindió y pudo reaccionar a tiempo con otra de sus preguntas:” ¿Por qué sus zapatos tienen la suela manchada de sangre? A pesar de que ha intentado ocultarlo, se pueden advertir con facilidad cada vez que comienza a andar.”
Salieron huyendo y me empujaron bruscamente como distracción. Pensamos llamar a la policía, pero… ¿qué le íbamos a decir?, ¿Que unos hombres vestidos con elegancia intentaron secuestrar a una niña porque tiene una habilidad y pretendían extraérsela? Menuda actuación de familia loca por nuestra parte. Esperamos un año alerta por si volvían, pero no lo hicieron.
Cinco años después.
Ya controlaba mis habilidades, al menos ya comprendía que se activaban por mis ataques de sentimientos intensos. Tres años antes papá me permitió acercarme a mis compañeros, pero eso no fue fácil: Al intentar aproximarme a una chica, esta se apartó. Debería habérmelo imaginado, tanto tiempo oculta en las sombras sin hablar con nadie…no me extraña nada que en ese momento ya era tarde para recuperar lo perdido. Me mantuve al margen, escondida entre los árboles observando los grupos de niñas de doce años que jugaban, anhelaba unirme a ellas.
Un día, en el descanso, entré en el baño y escuché una conversación de dos de mis compañeras:
-¿Te has fijado en la chica esa que se oculta tras los naranjos? Desde que era pequeña siempre se ha quedado en ese lugar. Mi padre me contó que su familia declaró que la niña tenía cambios de humor y que podía hacer daño a los otros niños. Que gran mentira, ¿has visto alguna vez que su humor cambiase? Yo, desde luego, no.
-Cierto.-afirmó la otra chica que se encontraba a su lado.
-Es rara. No me pienso acercar a ella-se alisó el pelo con la mano.- ¿Has visto esa libreta de dibujos que lleva siempre? Es ridículo.-La conversación se cerró con unas carcajadas por parte de ambas
Desde ese momento dejé de intentar relacionarme con esos idiotas. No sabían nada y era frustrante no poder explicárselo. Nada había cambiado.
Una noche me adentré en la habitación de Elliot, que estaba visualizando a través de la ventana (normalmente sólo hacía eso, se pasaba todo el día en la misma posición). Ya me preocupaba porque antes hablábamos de nuestros días en esta pesadilla de vida, pero ahora no me prestaba la más mínima atención.
-Elliot, ¿podías dejar ese hobby tuyo de la ventana? Es odioso.-conseguí decir.
-No es hobby, creo que ya lo sabes.-replicó sin moverse del alféizar.
-Antes hablábamos, sólo te tengo a ti y me gustaría pasar más tiempo contigo, hermano.-no contestó.-Tienes diecisiete años, ¿por qué no te buscas a unos amigos o una novia? No quiero verte aquí encerrado, puede que yo no pueda tener amistad pero tú si. Además ¿qué buscas detrás de ese cristal? Eres una persona muy extraña, Elliot y quiero que al menos tú…
-¡Para!-gritó, sobresaltándome.-Tendría una vida normal si tú no fueras un monstruo, miro por la ventana porque divisé hace un mes a esos hombres “elegantes” que te perseguían. ¿Crees que me gusta esta vida? Sería mejor que nunca hubiera nacido una extravagancia como tú.-Pareció darse cuenta de lo que acaba de decir e intentó arreglarlo, pero ya era tarde yo ya había corrido a un lugar lejos de allí.
Antes de que me interrumpiera quise decir: “Quiero que al menos tú seas feliz”. Corrí muy lejos hasta que llegué a un lago, para cuando hube llegado la luna se cernía sobre el agua negra. Me acomodé en el césped mientras mi mirada se fijaba en el suelo. No pude llorar, no era tristeza lo que sentía sino decepción. Estuve mirando el horizonte, cubierto de oscuridad, durante una hora. Entonces advertí que Elliot se acercaba corriendo, al llegar hasta dónde me encontraba se inclinó, poniendo las manos sobre las rodillas, para coger aire. Cuando recuperó el aliento se colocó a mi lado sin decir nada.
-¿Cómo me has encontrado?-pregunté.
-Sólo pensé a dónde iría yo.
-Eso es estúpido, cuando una persona huye ante tus ojos y deseas encontrarla a toda costa, el estrés y la angustia se acumulan en tu cuerpo y mente, impidiendo así que pienses con claridad, ¿Cómo te vas a poner a pensar a dónde irías tú en esa situación?-manifesté.
-Es de esas veces que tus piernas caminan solas y te manejan hasta llegar al destino dictado. Y para quedar más poético, dices lo que he dicho yo al encontrarte. Seguro que tú también lo utilizarás.-se dibuja una sonrisa torcida en sus labios.
Se escucha el ruido de los árboles al ser sacudidos por una ráfaga de aire frío.
-¿Por qué soy así, Elliot?, ¿por qué soy un monstruo? Sé que, como tú dices, no debería haber nacido, de hecho tendría que haber sido otra niña la que compartiera tu felicidad y no yo, que lo único que hago es estorbar.-se me secó la garganta y cada palabra era una aguja que se clavaba en ella.- Si yo no existiera, ¿desde dónde miraría a la persona que ocuparía mi lugar?
-Tienes unas preguntas bastante extrañas para tener doce años.-varios minutos transcurrieron.-Siento mucho lo de antes, Karen. Te quiero tal y como eres, no te cambiaría por nada, pero la presión pudo conmigo. Yo también estoy cansado de esta mierda de vida que nos ha tocado. Pero…también es divertida ¿no?- rió –Somos especiales y también hemos tenido momentos felices ¿verdad?
-Sí.-Afirmé, recordando una noche en la que papá tropezó con unos de los juguetes que había congelado y en vez de reprocharme, murmuró: “menuda caída”, todos reímos.- ¿Crees que esos hombres que me persiguen conseguirán su propósito?, Los viste ¿no es así?
-En la esquina de nuestra calle.-alzó el rostro hacia las estrellas que surcaban la noche.-Eres como una mariposa que huye de un huracán, por mucho que luches por escapar…el huracán acabará por tragarte.
-Entonces quieres decir, ¿qué no tengo posibilidades de escapar de ellos?-musité.
-Tranquila, yo seré el escudo que cubrirá a la mariposa. Te protegeré, lo prometo.
Volvimos a casa juntos, cogidos de la mano. Al día siguiente Elliot cumplió su promesa de protegerme, aunque él y toda mi familia murieron en el intento.
Despierto empapada en sudor, estoy tendida en la cama. Recuerdo haber subido para dormir pero no que me encontraba tan mal. La cabeza me da vueltas y estoy inerte, me incorporo un poco pero un dolor intenso en el costado me hace volver a mi postura inicial. Gimo y coloco mi mano sobre el lugar dolorido, la atraigo hasta mi punto de visualización y advierto el color escarlata que posee la palma: sangre.
Me he desangrado durante más de una hora porque toda la cama está del mismo color ¿Quién me ha hecho este corte? Intento coger aire pero no puedo. Cierro los ojos y las palabras de Elliot, de hace cuatro años, surcan mi mente.
“Eres como una mariposa que huye de un huracán, por mucho que luches por escapar…el huracán acabará por tragarte”
¿Hiedra roja?